viernes, 29 de julio de 2011

yo marcho, tú marchas, él marcha..........

Últimamente en nuestro país, se han suscitado múltiples y multitudinarias marchas, que han puesto de manifiesto problemas que aquejan a gran parte de la sociedad, las cuales han conglomerado a múltiples estamentos e intentan torcer la mano de la legislación imperante y del todo poderoso leviatán presidencial/empresarial.
Los motivos de las marchas son muchos, educación, salud, trabajo, transporte, hidroaysen, pro matrimonio homosexual, etc. Y pese a que todas ellas, parecieran no tener nada en común, las une un sentimiento de desagrado social, ante la indiferencia del sistema, frente a demandas históricas, y sobre todo un resentimiento a una parte de este país, el cual, enclaustrada en definiciones teóricas, económicas y religiosas, resguarda sus privilegios y es ciego a la realidad REAL del país.
Las marchas son un síntoma, no una enfermedad, son síntomas de una enfermedad visible a los ojos de todos, menos a quienes tienen el deber de mirar, o de aquellos que son ciegos por opción propia, quienes no escuchan el clamor multitudinario de miles marchando frente a sus narices, prefieren hacer caso de la estadística, no escuchan el clamor del pueblo, que marcha, que avanza, que pide avanzar… pero se responde con que es “Necesario el dialogo” pero ¿de qué dialogo hablamos cuando una de las partes no quiere escuchar? Y para que estamos con cosas, es fácil pedir dialogo y tiempo, cuando se está en la vereda beneficiada por el sistema, es fácil pedir tiempo cuando tienes casa, auto y calefacción, no cuando vives en el barro, con tus sabanas mojadas por la lluvia, y tus hijos enfermos, el tiempo es de aquellos dueños de todo, incluso del tiempo, porque como decía el santo “los pobres no pueden esperar”
Así que, ¿Qué hacemos? ¿Dialogamos o solucionamos? La verdad, nunca he entendido que se tiene que dialogar, si todos sabemos los problemas, y casi todos las soluciones, el punto es, que no siempre se quiere solucionar los problemas, los problemas estos problemas, benefician a un sistema interesado en mantenerse incólume al paso del tiempo, un sistema que privilegia el capital por sobre las personas, un sistema que fomenta las desigualdades.
Entonces que sigan las marchas, que sigan los cantos y consignas, así quizás logramos un cambio, poner “en la palestra” el problema a quienes son ciegos y sordos a todo aquello que no viene acompañado de bonos millonarios de transnacionales, y quizás así, despierta el verdadero leviatán, la ciudadanía.

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