sábado, 25 de junio de 2011

La dignidad de la persona humana…. ¿inversamente proporcional a la edad?

Mucho se ha hablado del concepto de la dignidad de la persona humana, consagrado en la constitución, bien jurídico buscado por los jueces (en teoría) y es el caballito de batalla de quienes han pretendido incansablemente de prohibir métodos anticonceptivos de emergencia, el aborto, el suicidio asistido y la eutanasia.
La dignidad de la persona humana, a estas alturas, es un concepto metafísico, poco concreto y que nadie sabe muy bien a que se refiere, pero se intuye que es la calidad de que tenemos todas las personas para ser respetadas en sus derechos, de reconocerle una calidad de sustancial o en potencia, de “digno” o cualificado para ejercer derechos y de que estos sean respetados.
Pero no deja de llamar la atención el hecho de que el argumento de la dignidad de la persona humana, nazca y muera con un cigoto, nadie articula que después de nacer las personas tengan dignidad, pareciera ser que los únicos dignos son los Naciturus, o ¿acaso se habla de dignidad cuando una persona exige una educación de calidad, una sistema de salud que funcione, condiciones de trabajo decentes, o exige tener control sobre sus propios derechos reproductivos o sexuales, incluso patrimoniales?
Parece ser que en términos de dignidad existen ciudadanos de primera y segunda categoría, los que aún no nacen y los que nacieron, que perdieron por solo ese hecho, a que las autoridades y la ciudadanía se preocupen de la calidad de esa dignidad.
Es más pareciera ser de que el argumento de la dignidad retrocede con los años, desde un punto máximo cuando aún no nacemos, hasta el desamparo total cuando las personas ya no forman parte de la fuerza laboral y terminan solos y abandonados por un sistema que los ha alimentado a sueldos de hambre y los desecha como vil basura, con una jubilación mediocre y sin redes de protección que le permitan en definitiva, llevar a cabo sus mentados derechos propios de su calidad de personas “de personas dignas”
Esto no es un llamado al aborto, es un llamado a que nos demos cuenta, de que reaccionemos, de que somos todos igualmente dignos y de que el gobierno y la ciudadanía debería poner el mismo énfasis en defender la dignidad de la educación, de los desempleados, de los trabajadores explotados, de las madres solteras, de los niños huérfanos, de los ancianos y enfermos, que de los derechos del que está por nacer. La sentencia es simple, o somos todos dignos o no lo es ninguno.

1 comentario:

  1. A mí también me ha desconcertado esta escisión freak de la dignidad de la vida. Y es que me parece que a ciertas personas, por sus creencias y declaraciones de principios, están obligados a reconocerle sacralidad y dignidad a la vida, pero cuando lo tienen que aterrizar al prójimo, a los niños, a las mujeres, a los diferentes, a los trabajadores, a los excluidos, y en general a todos aquellos a quienes de reconocerles su humanidad es inconveniente para el estado de cosas que los benefician, entonces parece mucho más fácil hablar de seres casi conceptuales... a veces incluso intangibles... pues al menos, mientras no nazcan, no son una amenaza a su posición en este mundo.

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